Kevin Anderson: el tenista desconocido
Kevin Anderson / Foto: CORTESÍA |
Kevin
Anderson podría no haber ganado un Grand Slam, pero sus actuaciones en los
últimos 18 meses ha hecho que se eleve su perfil en el tenis.
Antes
de que Kevin Anderson llegara al US Open del 2017, la mayoría de las personas
en Sudáfrica probablemente ni siquiera habían oído hablar de él. Había ganado
solo unos cuantos títulos ATP World Tour (ha ganado 4 títulos ATP en la
actualidad), vivía en el otro lado del mundo y no había representado a su país
en la Copa Davis durante años.
Pero
el buen juego que ha demostrado el sudafricano en los últimos 18 meses ha hecho
que eso cambie, y aquel que no sabía de su existencia pues empiece a
preguntarse quién es Kevin Anderson.
Este
año, después de derrotar en cinco sets al suizo Roger Federer en los Cuartos de
Final en Wimbledon y en la semifinal al estadounidense John Isner en un
maratónico partido de más de seis horas, el perfil de Anderson en Sudáfrica
llego a su punto máximo.
Pocos
hubieran creído realmente que Anderson derrotaría al serbio Novak Djokovic en
la final 2018 de Wimbledon, pero el Sudafricano lo intento. Al final el serbio
gano con relativa facilidad en tres sets.
Al
final de todo, el humilde sudafricano mostro una sonrisa irónica y unas pocas
palabras de agradecimiento por el apoyo, y agregó: “Tal vez dentro de unos años
alguien en casa este parado aquí y diciendo que recuerdan haberme visto jugar”.
El
tenis en Sudáfrica difícilmente puede considerarse un deporte próspero. Si bien
la versión en silla de ruedas tiene un perfil en ascenso, los tenistas de Sudáfrica
no han arraigado el circuito exactamente desde los días de apogeo de Wayne
Ferreira y Amanda Coetzer.
Pero
el tenis es un deporte extraño. Al igual que el golf, requiere una gran
dedicación e inversión para llegar a la cima, y como en otras partes del mundo,
competir en Sudáfrica es costoso.
Eso
podría deberse a que el tenis siempre ha sido, al menos en parte, considerado
como un deporte exclusivo, reservado para aquellos que pueden pagar un coach
privado en las academias y la costosa membresía del club donde juega.
Pero
hay excepciones a esa regla, si bien Anderson ha disfrutado de algunos de estos
beneficios, es la manera en que comenzó todo lo que es más revelador.
Impulsado por su hermano, Greg, y un padre con un gran interés en el deporte, la historia de Anderson es familiar. El niño muestra aptitudes, el padre tiene interés, el padre apoya al niño y lo motiva a continuar.
En
la casa de Anderson, esto significo que su padre, Michael, construyera un muro
para que sus dos hijos golpearan las pelotas durante horas y su madre, Bárbara,
a menudo tenía que despertarse temprano para llevar a los niños al gimnasio
para una recuperación activa nadando o corriendo.
Al
igual que otros jugadores exitosos estimulados por sus padres, Michael y
Anderson pasarían de tres a cuatro horas al día practicando cuando podían, la
primera hora dedicada únicamente a la técnica y el juego de pies. Y cuando
encontraba un espejo alrededor, Kevin se paraba frente a el para perfeccionar
su swing.
Mientras
que ir a la escuela en St. Stithians en Johannesburgo le dio a Anderson la
ventaja de contar con buenas instalaciones para su entrenamiento, el realmente
no lo necesitaba.
Neville
Godwin, su entrenador durante ese tiempo, dijo en 2015: “Todos sus fundamentos
fueron muy bien inculcados por su padre Michael”.
Tan
dedicado estaba Anderson a su tenis que abandono la escuela cuando cursaba
noveno grado, completando su matrícula escolar a través del aprendizaje a
distancia con el fin de perseguir su sueño deportivo.
Es
un camino difícil y un privilegio que muy pocos sudafricanos pueden permitirse,
sin embargo, el éxito de Anderson en los últimos 18 meses se siente como un
momento decisivo para el deporte de ese país.
Más
allá del juego, en el tenis se le presentaron oportunidades. El propio Anderson
fue el beneficiario de una beca universitaria por parte de la Universidad de
Illinois, donde fue entrenado por su compañero sudafricano, Craig Tiley.
Pero
tan dedicado estaba Anderson a perfeccionar su juego que una vez, cuando formó
parte del equipo de la Copa Davis, insistió en trabajar 45 minutos más después
del entrenamiento, solo para poder trabajar su saque.
Le
tomo años a esa dedicación pagar dividendos, pero hay planes en marcha dentro
del tenis de Sudáfrica para garantizar que el país no tenga que esperar otros
97 años para ver nuevamente a un sudafricano en la final de Wimbledon, a menos
que cuente lo hecho por Kevin Curren, quien cambió su lealtad a los Estados
Unidos antes de llegar a la gran final en 1985.
Por
ahora las actuaciones de Kevin Anderson han puesto al tenis en Sudáfrica en el
punto de mira, de una manera que muchos no han experimentado en muchos años.
Anderson
tiene el perfil más alto, pero no está solo para ondear la bandera de su país.
Raven Klaasen, el número dos de Sudáfrica, también llego a la final masculina
de dobles en Wimbledon de este año.
Pueden
pasar años antes de que los sudafricanos estén mandando en las cancha de tenis
a nivel mundial, pero gracias a Anderson y Klaasen, el tenis en el país
sudafricano empieza a crecer.
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